Mi cumpleaños (e intento de poética)

Si! Hoy me encuentro de cumpleaños, la mágica vida me ha regalado unos 21 años de historia que han sido más que bastante para descubrir que aún no descubro ni un cuarto de lo que debo. jajajaja.
Es madrugada del día lunes y mientras yo intento alegrarme por mi cumpleaños, me encuentro con Andrelo y Jeremías, grandes compañeros de universidad intentando hacer la disertación para las 11:30am. Acabo de recibir el regalo de mi madre y mis hermanos... una silla reclinable para el computador... alconchonadita!!!! de lujo.
Además de esto hay miles de jovenes preocupándose por la PSU y otros cuantos viejos por quién votarán el domingo. Digamos que mi fecha de cumpleaños tiene como positivo que hace 21 años que nací.

Mi nombre, Seastián Alberto Budinich Aparicio. Mi madre me contó que antes de que ypo naciera, problemas en el embarazo la hizo encomendarme al Padre (San) Alberto Hurtado y San Sebastián, prometiendo una vida al servicio de Cristo. En mi viaje a Roma, pude prestarle honores a ambos hombres que inspiraron mi nombre con sus grandes acciones. Estuve frente a la tumba de San Sebastián, en las catacumbas que albergaron su espíritu y hoy cuidan de su cuerpo. Y también pude ser parte de lo hermoso que es la canonización. Mi pseudónimo (Alberto Samuel) entra en una categoría inexplicable.

Bueno, intentando homenajearme a mi mismo (dentro de lo egocéntrico que puede sonar eso) trataré de contar algunos aspectos míos, digo trataré porque sigo creyendo que el lenguaje no es el idioma del alma, el alma se comunica a través del agua.

En un principio, eramos miles y miles corriendo por un río. Todos teníamos nuestras colas largas y cabezones. Lamentablemente no todos teníamos las mismas capacidades de avanzar por la corriente hacía la tierra prometida. Habían unos de cola más larga, otros medios estúpidos que nadaban de regreso, hasta había uno que llevaba dos colas pero murío en el camino. Fue en ese entonces cuando, mientras peleabamos a empujones unos a otros, lo vimos: era un grande y hermoso huevo que destellaba luces de neón al final del camino. Era como un faro que guiaba las cabezas hacia la fecundación. Debo decir que yo era el segundo, adelante mío había uno que se llamaba Martin, que tuvo el mejor promedio del entrenamiento y nadaba a altas velocidades. Pero cuando Martin se acercaba a penetrar al huevo, fue rechazado abruptamente. En ese instante, yo y el óvulo nos miramos y me dejo entrar.

Nací un día 5 de Diciembre en 1984. Mis padres querían tener cuatro hijos y punto, bueno he aquí el punto, jajajaja. El menor pero no el menos importante, de una gran familia que se aumenta cada día más. Mateo, mi hermano mayor, su esposa la paty, sus hijas Sofía y Panchita; Bernardita (no bernarda), su marido Genaro, y sus hijos, Diego (del cual soy afortunada y agradecidamente padirno) y Florencia. Luego viene Tomás y Daniel, compañeros de hogar junto a mi Madre: Ximena. A esto se suma nuestro importante promgenitor Mateo (papá). Además Cecilia la esposa de mi padre y Renato la pareja de mi mamá.

Los padres de mi padre son Mateo Budinich (mi nono) y Silvia Diez (nona). Los hermanos de mi papá son Ricardo, Angélica y Valeria. Ricardo casado con mi tía Mª Elena, padres de Andrés, Catalina y Felipe. Angélica casada con mi tío Victor padres de Mª Paz y Alvaro. Mi tía Valeria se casó con Werner (separados) padres de mi primo Werner. Los padres de mi madre son Julio Aparicio (Güely) y Josefa Neira (abuelita Pepa). De ellos nació mi mamá y su hermano Rodrigo del cuál no se desde el año 94 (app).

Creo que ningún ambiente es absolutamente hermético y todos los núcleos familiares tienen falencias que intentamos suplir en otras instancias, como lo pueden ser las protofamilias. Es por esto que me permito agregar a José Antonio Chahin y Tomás Riveros, Andrelo Sanchez, Javiera Awad y a Carolina Fuenzalida.

Retomando, el tema de la muerte (blog pasado) hace eco cuando llamo a invocar los elementos de mi infancia y contemporaneidad. En todos ellos se alberga un poco de la luz de la propia existencia. Pues es indudable para el ser habitar los espacios en penumbra, es decir los atisbos de luz en la más desdichada oscuridad. Es esta luminosidad, la que con argumentos de engaño y shock, da conciencia del existir tortuoso en la reflexión soldada a la soledad absoluta.

Esta luz nos enseña que no estamos solos, que la soledad aparente es en calidad de abandono, pues ninguna soledad es absoluta. Abandono que no es más que la felicidad boicoteada por uno mismo. Es acá donde podemos asirnos al vacío; espacio necesario para encontrar a Dios, el motor inmóvil, un poder divino y a los Otros.

Una característica humana -y de todo animal- es poder encontrar su imagen y semejanza en su igual raza. Un reconocimiento del otro, del prójimo. La supuesta existencia de ustedes, hace nacer en la mía un juego de verdad-supuesto-espectativa; que culmina en la afirmación asérrima de la propia existencia. Es así como somos capaces de entrever, su existencia y por consiguiente, la mía - se abre paso gracias al reconocimiento, al diálogo con el Otro, con el nombrar al Otro, poetizar al Otro. Es decir, existo porque existen.

La existencia es la culpable del sufrimiento, por lo tanto, porque ustedes existen yo sufro, ustedes sufren y todos morimos. La muerte nace como sisma del hombre social, que vive evidentemente procesos colectivos y comienza un viaje individual, odiseáco, donde todos volvemos a la gran colectividad de todas: la universalidad del origen: el gran regreso.

Es el justo ritmo del universo el que, acompañado por sus luces, hace del vacío puro, la búsqueda del origen, el nacimiento del poema: la más pura existencia de la catarsis colectivas. Vivir por vivir; poetizar la vida desde el paisaje que es poesía. Sí, es verdad, el poema es la vida en sí misma. Evidente, gracias a la palabra, existimos.