Eran dos jóvenes perdidos por el mundo que los rodeaba. Ambos buscaban su lugar en el mundo, llenaban su boca de discursos y solo trataban de hacer lo que debían, sin ni siquiera saber qué era eso. Ahí fue cuando se encontraron, cada uno por su lado, solos pero acompañados, se juntaron frente a una cueva de un gran dragón. Trataron de enfrentarsele, pensando que con besos y abrazos, con el infinito apoyo en el otro podrían, llenar el mundo de otra cosa. Pero el dragón era muy fuerte, esta bestia negra de odio que se ergía saltando de edificio en edificio venció y los pequeños amantes tuvieron que verse separados por este mismo dragón.
El joven, por su parte, busco hacerse fuerte, sin nunca olvidar esos cálidos brazos de la amada. Debido a la inmensa destrucción de la ciudad, la joven se pensaba muerta por todos, incluso por el inagotable amante que la buscaba y buscaba sin cesar. Habiendo ya pasado el tiempo, el joven decidió enfrentarse al dragón de nuevo, pero solo. Esta vez la destrucción fue peor, por un milagro el joven salió malherido y no muerto. Fue cuando el aún joven decidió hacerse fuerte y más fuerte, para poder enfrentar a este dragón solo y poder salvar al mundo de su amenaza inminente. Debió consagrarse a los astros y a Dios, realizar ritos de espíritu y seguido de un fortalecimiento de mente, se encontraba casi preparado para enfrentar al dragón y vencer o morir en el intento. En el camino a la cueva de la oscura bestia, bajo un ángel de luminosidad incandilable. El alado ser llevaba en sus brazos el hermoso cuerpo de una mujer desnuda, hermosa y luminosa. Fue ahí cuando el joven se dio cuenta que era hombre, y al ver a la hermosa joven, luminosa por esencia, aquella mujer era su amada, viva e ilesa. El ángel explicó que había sido salvada por un poder divino para poder encontrarse con el amado, pues era el deber de ellos vencer al dragón y liberar al mundo de su oscuro dominio.
En cuanto la mujer volvió en si, se abrazaron y no dejaron beso sin darse. Con los labios húmedos de amor todavía, llevaron su amor hacia la negra cueva. Ahora ambos, por el poder del ángel, tenían alas; volaron y vencieron a la bestia. No dejaron misericordia en los besos que se dieron y vencieron aquel reino de oscuridad que tan despóticamente regía. Fue cuando comenzaron a amarse a destajo y por donde pasaban sembraban sonrisas y amor. Fue el mejor momento para ellos y para el mundo.
Mientras todo era felicidad, un huevo de color oscuro brillaba de manera negra dentro de la cueva, era el descendiente de aquella negra bestia que había destruido el poder del amor. Mientras los amados se maravillaban del mundo y de ellos mismos, en la oscuridad se gestaba una furia implacable. Una negrísima oscuridad comenzaba a distenderse desde la cueva, donde el poder de los amados no podía percibirlo.
Ya había pasado un año desde el luminosos reencuentro de los amantes cuando, mientras yacían sobre la estela de un arroyo, jugando con la cristalina agua de sus manos, apareció desde el horizonte una negra nube de lluvia y dentro de ella, el ya grande y vigoroso dragón, heredero de su padre, oscuro presagio de muerte. Tomo por desprevenidos a los amantes y no les dio oportunidad misericordiosa, y así con un último beso se alejaron. Ella murió entre los escombros y él, a unos metros del cuerpo de su amada, con la mano levantada expiro un último aliento de amor. Aquel joven no volvería a amar jamás y el negro reinado volvió a la tierra, tierra que aún espera que alguien descubra el amor verdadero y pueda desterrar por siempre al dragón de odio Aún se conservan los cuerpos de los amantes, cálidos aún por el amor, separados por la misma distancia que cuando murieron. Con esta historia, contada de manera oral por aquel que vio testigo del amor, se recuerda la hazaña de los amantes.
El joven, por su parte, busco hacerse fuerte, sin nunca olvidar esos cálidos brazos de la amada. Debido a la inmensa destrucción de la ciudad, la joven se pensaba muerta por todos, incluso por el inagotable amante que la buscaba y buscaba sin cesar. Habiendo ya pasado el tiempo, el joven decidió enfrentarse al dragón de nuevo, pero solo. Esta vez la destrucción fue peor, por un milagro el joven salió malherido y no muerto. Fue cuando el aún joven decidió hacerse fuerte y más fuerte, para poder enfrentar a este dragón solo y poder salvar al mundo de su amenaza inminente. Debió consagrarse a los astros y a Dios, realizar ritos de espíritu y seguido de un fortalecimiento de mente, se encontraba casi preparado para enfrentar al dragón y vencer o morir en el intento. En el camino a la cueva de la oscura bestia, bajo un ángel de luminosidad incandilable. El alado ser llevaba en sus brazos el hermoso cuerpo de una mujer desnuda, hermosa y luminosa. Fue ahí cuando el joven se dio cuenta que era hombre, y al ver a la hermosa joven, luminosa por esencia, aquella mujer era su amada, viva e ilesa. El ángel explicó que había sido salvada por un poder divino para poder encontrarse con el amado, pues era el deber de ellos vencer al dragón y liberar al mundo de su oscuro dominio.
En cuanto la mujer volvió en si, se abrazaron y no dejaron beso sin darse. Con los labios húmedos de amor todavía, llevaron su amor hacia la negra cueva. Ahora ambos, por el poder del ángel, tenían alas; volaron y vencieron a la bestia. No dejaron misericordia en los besos que se dieron y vencieron aquel reino de oscuridad que tan despóticamente regía. Fue cuando comenzaron a amarse a destajo y por donde pasaban sembraban sonrisas y amor. Fue el mejor momento para ellos y para el mundo.
Mientras todo era felicidad, un huevo de color oscuro brillaba de manera negra dentro de la cueva, era el descendiente de aquella negra bestia que había destruido el poder del amor. Mientras los amados se maravillaban del mundo y de ellos mismos, en la oscuridad se gestaba una furia implacable. Una negrísima oscuridad comenzaba a distenderse desde la cueva, donde el poder de los amados no podía percibirlo.
Ya había pasado un año desde el luminosos reencuentro de los amantes cuando, mientras yacían sobre la estela de un arroyo, jugando con la cristalina agua de sus manos, apareció desde el horizonte una negra nube de lluvia y dentro de ella, el ya grande y vigoroso dragón, heredero de su padre, oscuro presagio de muerte. Tomo por desprevenidos a los amantes y no les dio oportunidad misericordiosa, y así con un último beso se alejaron. Ella murió entre los escombros y él, a unos metros del cuerpo de su amada, con la mano levantada expiro un último aliento de amor. Aquel joven no volvería a amar jamás y el negro reinado volvió a la tierra, tierra que aún espera que alguien descubra el amor verdadero y pueda desterrar por siempre al dragón de odio Aún se conservan los cuerpos de los amantes, cálidos aún por el amor, separados por la misma distancia que cuando murieron. Con esta historia, contada de manera oral por aquel que vio testigo del amor, se recuerda la hazaña de los amantes.
3 comentarios:
hermosa historia, sacada de la vida real?
saludos
primo tu eres el colmo! nunca me tienes en tus favoritos.
no te querré más.
un beso, un abrazo y suerte.
Queda mucho amor en el mundo seba... incluso para el joven destrozado de esta historia. Hay que mirar hacia arriba, el amor no depende de nosotros, ni de nuestra capacidad de entregárselo a otro. La respuesta, como todo en esta vida, está en tú ya sabes quién... en Dios, porque sólo Él conoce el amor verdadero...
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